Las relaciones entre las pymes y el gran capital
A veces las pymes pierden de vista que el capital más concentrado trata
de arrastrarlas hacia sus posiciones ideológicas, desde las cuales, llegado el
caso, las utilizará y eventualmente las arruinará.
Por Norberto Colominas*
En estos días de campañas electorales, economistas y candidatos discuten
acaloradamente sobre el costo del dinero para financiar el capital de trabajo,
y la mayoría de ellos dice que esto “debe cambiar”. Propongo entonces no hablar
de generalidades, y preguntar directamente: ¿cómo le fue a tu fábrica en los
últimos diez años? Y la respuesta es similar en casi todos los casos: la
empresa creció 10 veces (o cinco, o veinte). ¿Y entonces por qué te
quejás?
Responden que “así no se puede
vivir, que esto es casi una dictadura, que las leyes se votan como en una
escribanía, a libro cerrado, que la presidenta nos trata como si fuésemos un
país de tarados y que nadie puede opinar en contrario porque enseguida te
mandan a la AFIP. ¿No viste que pasó con los bancos y las casas de
cambio?”, cierran su
monólogo, sin mencionar siquiera cual fue el comportamiento de los bancos
durante los últimos cuarenta años. Por de pronto, en los primeros nueve meses
de 2014 la banca ganó 82 por ciento más que en todo el 2013, según datos de la
propia ADEBA.
Sin duda que el desarrollo objetivo de sus negocios no tiene reflejo en
su discurso. Este último es la repetición de los discursos mediáticos y
neoliberales en torno a la supuesta falta de respeto hacia las instituciones y
el presunto autoritarismo por parte del gobierno.
¿Qué paso con este sector social que tras la decadencia
económica que provocó el neoliberalismo llevó a las capas medias a una
nueva alianza con los sectores más desposeídos? En conjunto, los pequeños
empresarios y monutributistas protagonizaron el final del modelo neoliberal.
Tomaron la cacerola y se movilizaron. Allí se juntaron con
el piquete de los trabajadores desocupados y lograron la renuncia del
gobierno de turno. Obligaron a los sectores del poder a renegociar las bases de
una nueva gobernabilidad
La nueva administración logró un rápido apoyo de amplios sectores medios
y populares. Eso fue el resultado del nuevo escenario delineado tras la
asunción de Néstor Kirchner en 2003, y la presidente Cristina a partir del
2007, quien se concentró en remendar la ruptura entre la sociedad y sus
representantes. Fue visible, entonces, la atención a demandas vinculadas a los
derechos humanos, la unidad latinoamericana y la recuperación de algunos de los
recursos privatizados y/o extranjerizados.
Pero pasado el estallido social la clase media rompió su alianza
con los de abajo y el piquete se transformó en un obstáculo al tránsito.
Reubicándose en las opciones opositoras, incluso más tarde prestó su apoyo a
las maniobras destituyentes de las patronales agrarias, que protagonizaron un
“lock out” contra el aumento de las retenciones entre marzo y julio de 2008.
Entonces la mayoría de los empresarios pymes adoptó el discurso del
falso consenso que buscaba la invisibilización de los conflictos. Se sumó al
repudio del presunto sentimiento de crispación que --según la
oposición y el conglomerado mediático más concentrado-- el gobierno
nacional genera en la sociedad, es decir, en la clase media. Negando que las
relaciones económicas reproducen conflictos de manera permanente, y concluyendo
que el punto medio es el lugar de la inocencia; los demonios están en los
extremos.
No obstante el gobierno siguió adelante con medidas económicas
concretas, de gran beneficio para los sectores medios, lo que se manifestó en
el impulso al consumo en todo el país y en un inmenso aporte financiero y de
subsidios al sector agrario. Pero indudablemente es un sector curioso:
dicen que “todo está mal” pero colmaron las disponibilidades turísticas del
país durante el periodo vacacional y en cada feriado largo.
Esto provoca una reflexión. ¿Cuáles son los intereses objetivos de
esta clase media? Una nueva alianza con los sectores populares aparece como
esencial en los tiempos políticos actuales. De lo contrario, quedaría
asociada a lo que Jauretche definió como “el medio pelo”,
constituido por “aquel que
se intente fugar de su situación real en el remedo de un sector que no es el
suyo, y que considera superior. Es la situación forzada de quien trata de
aparentar un status superior al que en realidad posee”.
Ahora bien, ese sector es al que, de tanto en tanto, los monopolios y
las transnacionales mandan a la ruina de a millares tanto en el campo como en
la ciudad. A la vez que la diversificación de los negocios de estos monopolios
los obligan a desarrollar áreas complementarias que resuelven mejor
derivándolas hacia las pequeñas empresas, que terminan siendo subsumidas o
subordinadas.
Esto muestra que al capitalismo le es propio no sólo la tendencia a
ahogar a la pequeña producción, sino también la tendencia al crecimiento de la
cantidad de pequeños empresarios. Esto varía en diferentes momentos históricos,
y esa variación se produce según las ramas productivas y/o de comercialización.
Esto parece contradictorio pero no lo es. Es una política deliberada con
fines económicos y con objetivos estratégicos. En determinadas condiciones el
capital monopólico necesita del pequeño empresario, pues este realiza tareas en
la esfera de la producción, la comercialización y los servicios que ayudan al
proceso productivo de la gran empresa y a la vez economizan capital variable y
capital constante. Esta estrategia simplifica y mejora sus posibilidades para
crear condiciones más ventajosas en sus casas centrales o terminales.
Esta práctica busca apoyarse en estos sectores PYMES y ganarlos
económica e ideológicamente, volcando sobre las pymes una serie de tareas
sucias y menos rentables, con vistas a desconcentrar y tener menos conflictos
con los trabajadores.
Otras se desarrollan en medio de grandes contradicciones, defendiendo en
muchos casos la libertad de mercado y olvidando la necesidad de sostener el
mercado interno. En general, a todos les cuesta entender que quiénes ponen en
peligro su existencia como pequeñas y medianas empresas no son los asalariados
sino las transnacionales y los monopolios, que influyen en cada decisión que
toman (a veces a muchos kilómetros de distancia) en forma decisiva en la
supervivencia o la mortandad de las pymes.
Por lo antedicho, sostenemos la necesidad de una alianza estratégica
entre el trabajo y la producción, como sustento imprescindible para lograr la
continuidad y profundización del actual modelo mercado-internista, que
sustituye importaciones y extiende los beneficios del desarrollo al conjunto de
la comunidad.
* Periodista de Radio Nacional
* Integrante Pymes Sur