Yuval Harari: "Hoy la
religión más exitosa es el consumo"
Por:
Matías Falco
El reconocido historiador israelí, profesor de la Univesidad de Jerusalén y
best-seller mundial, habló con Infobae sobre su nuevo libro, las consecuencias
de la evolución tecnológica y el futuro de la especie humana
Con
solo 39 años, Yuval Harari se ha convertido en el historiador de moda. Crédito:
Nicolás Stulberg
El israelí Yuval Noah Harari es profesor de historia en la Universidad Hebrea de Jerusalén. En su último libro "De animales a dioses: breve historia de la humanidad" (Debate, 2014) explica, entre otras cuestiones, cómo el hombre fue capaz de dominar el mundo gracias la ficción. Es que, según el autor, es la capacidad de creer en nuestras propias historias lo que nos diferencia de, por ejemplo, un chimpancé. Así, a partir de la construcción de relatos (y de la confianza colectiva en ellos), es que se han consolidado tanto las religiones como sistemas políticos y económicos, además de conceptos tales como el dinero y los derechos humanos, señala el profesor. En diálogo con Infobae durante su reciente paso por Buenos Aires, Harari repasó estas cuestiones y se refirió a los principales desafíos que deberá enfrentar el hombre en los próximos años.
—Usted
sostiene que en principio los humanos no somos muy superiores a otras especies,
¿podría desarrollar esta idea?
—Hay
dos factores clave. Primero la cooperación: tendemos a pensar que somos
especiales como individuos, que somos mejores que un chimpancé, un delfín o un
cerdo, pero a nivel individual los humanos no somos mucho más poderosos que
otros animales. Si me ponés a mí y a un chimpancé en una isla, creo que el
chimpancé va a sobrevivir mejor. La fuente de poder del ser humano es la
cooperación a gran escala. Cuando millones de personas cooperamos en conjunto,
somos más poderosos que otros animales. Todos los grandes logros de la
historia, como la construcción de pirámides en el Antiguo Egipto o la llegada a
la Luna, son el resultado de la cooperación y no del genio individual. Y lo que
nos permite cooperar es la imaginación. Toda la cooperación a gran escala está
basada en historias ficticias. Historias sobre dioses, naciones, derechos
humanos o dinero. Y ningún otro animal, por lo que sabemos, puede crear y creer
en historias ficticias. Tienen comunicación, por supuesto, pero la usan para
describir la realidad. Los humanos usan la comunicación no solo para eso sino
para crear nuevas realidades ficticias. Como por ejemplo: si sos una buena
persona, cuando te mueras vas a ir al cielo y Dios te va a recompensar. Y si
muchos creen eso, van a querer trabajar juntos para lograrlo. Esto es algo que
un chimpancé no puede hacer. Nunca vas a convencer a un chimpancé de que te de
una banana o que se enfrente a otro prometiéndole eso: no te van a creer. Pero
no solo las religiones se basan en este tipo de historias. Por ejemplo, los
derechos humanos son también una historia de ficción, como Dios y el Cielo. No
es una realidad biológica: si abrís un humano en la mitad no vas a encontrar
derechos. Los derechos humanos son un cuento que se creó y diseminó. Es una
buena historia que trajo muchas mejoras a la vida de los humanos, pero es una
invención propia.
—¿Cómo
es en el caso del dinero?
—También
es una historia. La mayor parte de dinero de hoy son datos electrónicos en
computadora. No son billetes, ni oro. Es solo información que se mueve desde
una computadora a otra. Y mientras tengamos confianza en esta información,
vamos a poder comprar, no sé, una heladera en China, solo transfiriendo estos
datos. El dinero es confianza. Y cómo desarrollar esta confianza es el trabajo
de los bancos, gobiernos y corporaciones. Y de nuevo: esto se logra
convenciendo a las personas de que crean en eso. Cuando empezaron a existir los
billetes, la gente no quería aceptarlo. Pero si lográs convencer a millones de
personas de que confíen en pedazos del papel sin valor, se vuelve extremamente
valioso y es más fácil comercializar y establecer relaciones económicas. Pero
son todos cuentos. De hecho, las crisis financieras no son el resultado de
catástrofes del mundo real, sino que se producen a partir de la pérdida de la
confianza. Todo el mundo sabe que ningún banco tiene el dinero que dice tener:
usualmente no tiene más que el 5 o 10 por ciento. Por eso, si todos fueran al
mismo tiempo al banco a buscar su dinero, quebrarían. Y todos lo saben. Pero
aún así confiamos, porque creemos que si sucediera esto el gobierno
intervendría.
—¿Dónde
ubicaría el origen del consumismo en la Historia?
—El
consumismo cree que la solución a cualquier problema que podemos tener depende
de comprar algo: un producto o un servicio. Si estás en crisis con tu pareja,
el cristianismo te dice que tenés que rezarle a Dios o hacer una buena acción.
El consumismo te dice: olvídate de rezarle a Dios, necesitás comprar algo. Tal
vez el problema es que tu casa es muy chica: comprate una más grande. Tal vez
necesitás relajarte: váyanse juntos de vacaciones, que seguro salvará la
relación. Esta es la idea principal del consumismo. Y esto es algo bastante nuevo.
Fue en los últimos 100 o 200 años que el consumismo que se volvió algo tan
dominante en el mundo. Pero hoy es probablemente sea la religión más exitosa:
podés ser cristiano, judío o musulmán, todo el mundo cree en el consumismo.
—¿Cómo
cree que se llegó a esto?
—Es
el resultado del éxito del capitalismo. En la mayor parte de la historia, la
gente vivía en situaciones de escasez. No había suficiente comida ni nada.
Entonces el principal mensaje a la gente era: aprendé a conformarte con lo que
tenés y consumí menos porque no te van a dar más. En la Europa medieval los
curas transmitían eso. En la Era Moderna, con la Revolución Industrial y el
auge del capitalismo pasamos a un estado de abundancia y hoy el panorama es el
opuesto. Ahora producimos tantas cosas que la gran pregunta es: ¿quién va a
comprar todo esto? Si la gente deja de comprar, la economía colapsa. Y todos
quieren que la economía crezca todo el tiempo. El crecimiento significa
producir más, pero si producís más alguien tiene que comprarlo. Entonces hay
que convencer a toda la gente. Algunos de los productos son buenos, por
ejemplo, nuevos medicamentos, y muchos otros no sirven para nada. Pero estamos
convencidos de que los necesitamos y que no podemos ser felices si no tenemos
las últimas novedades.
—En
el libro, usted señala una serie de contradicciones en las religiones, ¿cree
los mismos creyentes están al tanto de esto y aún así eligen creer?
—Creo
que la gente tiene una gran capacidad de creer en contradicciones. Por ejemplo,
ahora Estados Unidos, Francia y Rusia están bombardeando al Estado Islámico.
Cuando matan a estos activistas, el Estado Islámico dice que son mártires y que
se irán al Cielo porque murieron por Alá. Y al mismo tiempo dicen: vamos a
vengar la muerte con actos terroristas. Esto no tiene sentido, es algo
contradictorio. Si realmente van al cielo, ¿por qué hay que vengarlos? Si
realmente creés que se van al Cielo, entonces tendría que haber más bombardeos
para que vaya más gente. Pero no: se enojan mucho y juran venganza. Lógicamente,
esto es una contradicción. Pero las personas pueden convivir con ambas ideas.
—¿Considera
que las religiones han perdido poder en los últimos siglos?
—Las
religiones tradicionales han perdido mucha influencia. Todavía la tienen, pero
mucha menos de la que tenían hace 300 o 500 años. Por otra parte, se ve el
crecimiento de otras religiones: aquellas que no están enfocadas en el más allá
o en el Cielo, sino que están centradas en los seres humanos, la tecnología y
la vida en la Tierra. El comunismo, por ejemplo, era una religión sin Dios. Una
religión que prometía todos los antiguos deseos de justicia, felicidad y el
paraíso acá en la Tierra, y no después con la ayuda de Dios. Y hoy se ve una
nueva oleada de religiones.
Para
Harari, en las próximas décadas las computadoras podrán encargarse del trabajo
de la mayoría de los seres humanos.
Nicolás Stulberg
—Entonces es consecuencia de los avances científicos
Nicolás Stulberg
—Entonces es consecuencia de los avances científicos
—Exacto,
ya no necesitamos a Dios. Por miles de años, la gente le rezaba a Dios para
pedirle ayuda en su vida. Rezaba para que lloviera o para que las cosechas
crecieran. Esta era la idea de la religión. Hoy no le pedimos a Dios que
mejoren los cultivos: para eso está la ciencia. Invertimos en desarrollo
científico y gracias a los pesticidas, fertilizantes o nuevos cultivos tenemos
más prosperidad que la que cualquier Dios podría traer. Y ahora tenés
religiones tecnológicas que no solo prometen prosperidad, sino también la vida
eterna, felicidad y el paraíso acá en la Tierra con la ayuda de la tecnología
adecuada. Por eso hoy el lugar más interesante del mundo, en términos
religiosos, no es Medio Oriente sino Silicon Valley. Ahí es donde las
religiones se están creando y tenés mucha gente que cree que en un par de
décadas o generaciones los seres humanos podrían ser inmortales con la ayuda de
la tecnología.
—Con
todos estos avances, ¿diría que el ser humano de hoy es más feliz que antes?
—No
pareciera, por lo menos no mucho más. Es obvio que las personas tiene más poder
y la vida es mucho más cómoda en cierto modo. Tenemos mejores medicamentos,
mejor transporte, mejores medios de comunicación, pero todo este poder no se
traduce en una mayor felicidad. Porque la felicidad depende de las expectativas
y la expectativa se adapta a las condiciones. Entonces cuando las condiciones
mejoran, las expectativas también crecen. Hace mil años, si tus familiares se
iban a otro país, no sabías de ellos por meses. Mandabas cartas que tardaban en
llegar y además tenías que esperar la respuesta. Hoy tenemos teléfonos celulares
y podemos estar en contacto con todos todo el tiempo. Pero nos acostumbramos a
eso y cuando hay una mínima demora, nos ponemos extremadamente ansiosos y
preocupados. No digo que sea malo el progreso, pero sería ingenuo pensar que
por tener más poder vamos a ser más felices.
—En
el libro explica que al hombre el poder no solo no le generó bienestar sino que
además perjudicó a otras especies, ¿por qué cree que sucedió esto?
—Porque
muchas veces las personas no saben usar el poder. De nuevo: la gran capacidad
del humano es la de adquirir poder. En esto son buenísimos, pero muchas veces
no saben qué hacer porque no saben qué quieren. Incluso en la vida personal ves
que la gente pasa años acumulando dinero, poder, prestigio y no saben qué
quieren de la vida. Se concentran en eso y nunca terminan de saber qué hacer
con eso. Y a nivel colectivo de la humanidad, el resultado de esto han sido
catástrofes ecológicas: la gente destruyó hábitats, especies de plantas y
animales. Hoy el sistema ecológico está amenazado por el ser humano y cada vez
más escuchamos del calentamiento global y del cambio climático. Ese poder que
se acumuló desestabilizó todo.
—¿Qué
evolución cree que puede tener esto? ¿Es optimista?
—Creo
que el próximo paso es que los seres humanos se conviertan en dioses. Este es
el nombre del libro, pero lo pienso literalmente: no es una metáfora. Los seres
humanos están en proceso de adquirir habilidades divinas. En el Génesis, Dios
crea animales, plantas y humanos según sus deseos. Ahora los seres humanos, con
la tecnología están produciendo todo esto de acuerdo a sus propias
aspiraciones. Ahí es adonde estamos yendo: después de cuatro mil millones de
años en los cuales la vida en la Tierra se regía por la selección natural,
ahora la fuerza del cambio van a ser los deseos y las aspiraciones culturales
del ser humano. Esta será tal vez la mayor revolución no solo en la Historia
sino en la Biología.
—Dice
que nos estamos convirtiendo en cyborgs, ¿es así?
Eso
es parte del proceso. Hay tres caminos principales en los que la vida en la
Tierra puede llegar a cambiar. Primero pueden utilizar la ingeniería biológica.
Esto significa tomar un organismo, una planta, un animal o un humano, y cambiar
su ADN, su sistema hormonal, pero y que aún así sean cuerpos orgánicos. La
segunda manera es no verse limitado por las partes orgánicas, sino combinar con
elementos inorgánicos como brazos u ojos biónicos, o conectar el cerebro humano
a una computadora. Y esto no es ciencia ficción: es lo que se hace en
laboratorios de todo el mundo. Esta es la creación de cyborgs: entidades con
una parte orgánica y otra inorgánica. Y hay un tercer modo, que es el de crear
vida completamente inorgánica: crear inteligencia basada en una computadora o
en internet. Si esto se produce, tendremos una gran revolución en la historia
de la vida. Estos son los tres caminos principales en los que la ciencia y
tecnología pueden empezar a cambiar las características más básicas de la vida
en la Tierra.
—Más
allá de lo mencionado, ¿qué problemas cree que deberá enfrentar el hombre en
este siglo?
—Creo
que una de las cuestiones más importantes es la del mercado laboral.
Computadoras, algoritmos y la inteligencia artificial están reemplazando a los
humanos en cada vez más empleos. Los expertos estiman que en 20, 30 o 40 años
el 60% de los trabajos serán realizados por computadoras. Por ejemplo, tareas
como conducir un taxi o un colectivo. Ya se han desarrollado autos que se
manejan solos y conducen mejor que la mayoría de los humanos, usan menos
combustible, tienen menos errores, el porcentaje de accidentes es menor, no
tiene problemas con el alcohol, no se quedan dormidos ni se distraen con el
teléfono. Creo que en Estados Unidos, 30 o 50 mil personas mueren cada año por
accidentes viales. Y se estima que si la conducción fuera por vehículos de este
tipo, la cifra bajaría a 200. Esto no es una profecía, pero puede ser que en 30
años no haya más conductores, ni algunos empleos relacionados, como el de
profesor de conducción. Lo mismo con los médicos: ya hay algoritmos que pueden
diagnosticar enfermedades y recetar medicamentos mejor que lo que lo puede
hacer un humano. Porque para diagnosticar necesitás mucha información sobre el
paciente y todas las enfermedades del mundo, todos los síntomas y todos los
medicamentos. Ningún humano puede saber eso. Y una computadora sí. La
computadora puede saber todo tu historia clínica, tu ADN, el historial clínico
de toda tu familia, de tus vecinos, las últimas investigaciones y medicamentos,
por lo que el resultad va a ser más acertado que el de cualquier humano. Y lo
mismo sucede en otros trabajos, como abogados o agentes de bolsa. Entonces la
gran pregunta es qué va a hacer la gente dentro de 30 años. Obviamente habrá
nuevos trabajos, como diseñar la realidad virtual, pero tampoco sabemos si van
a hacer este trabajo mejor que las computadoras. Tal vez enfrentemos una
situación en la que la mayor parte de los humanos van a ser económicamente
inútiles y no van a servir de nada. Nadie sabe cuáles van a ser las
consecuencias sociales políticas y económicas. Y esto no es ciencia ficción:
hoy los chicos en las escuelas se preguntan qué deberían estudiar para tener
trabajo dentro de 20 años y la verdad es que nadie sabe qué contestarles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario