Economía
03 de septiembre de 2018 - Opinión
La gran estafa del gas
Por Marcos Rebasa*
El tarifazo en los servicios públicos tiene luces y sombras, según qué servicio afecte, pero hay uno que no tiene remedio: es el del gas, un gran despojo a los usuarios residenciales, a las pymes, a las organizaciones de la sociedad, a las industrias y también al Estado nacional.
El despojo comenzó cuando el tándem Aranguren-Macri estableció un plan gas por el cual le fija a toda la producción de gas natural nacional un precio de entre 5 y 7,5 dólares por MMBTU (millón de BTU). La variación depende de si se trata de yacimientos tradicionales o convencionales y de su complejidad técnica. Junto a ello el dúo fijó un sendero de precios de traslado de esos valores a los usuarios, dolarizando así el sistema tarifario energético. Eso encareció el costo del gas para los usuarios de todo tipo.
El Gobierno justificó esa medida con el argumento que el gas estaba subsidiado. Una falsedad. ¿Por qué la afirmación sobre la falsedad? Porque el costo de producción del gas convencional, nunca aclarado por el Gobierno, no superaba 1,80 dólares a comienzos de la gestión de Macri y Aranguren. Y la mayor parte de la producción de gas natural en el país (un 80 por ciento) tenía como máximo ese costo. El importado, más caro, modificaba apenas el costo promedio: una diferencia de poco menos de 3 dólares.
Los usuarios pagaban en diciembre de 2015 el costo real del gas que consumían. No había subsidios. En la factura de ese momento el producto gas significaba el 70 por ciento del total. El resto era transporte y distribución. Con algún subsidio en estas franjas. Pero se pagaba por el gas lo que valía realmente. No menos costo.
Con el pretexto del subsidio, Aranguren y Macri incrementaron las tarifas para poder retribuir a las empresas petroleras-gasíferas al precio de entre 5 y 7,5 dólares el MMBTU por todo el gas producido.
Con el paso del tiempo el gas no convencional de Vaca Muerta, el shale-gas, inició una producción ascendente, que ya venía ocurriendo. Se incrementó hasta llegar al presente a cerca de un 10 por ciento del total del país. Al mismo tiempo el tight gas, un gas no convencional de menor complejidad técnica y costo, representa hoy casi un 20 por ciento del total. Ese 30 por ciento es remunerado a 7,5 dólares el MMBTU, como si el tight-gas fuera lo mismo que el shale-gas, lo que no es cierto.
Mientras tanto el 70 por ciento restante de gas convencional es producido por los yacimientos tradicionales a un costo menor a 1 dólar el MMBTU al día de hoy. ¿Por qué? Porque los costos en pesos de esa producción tradicional no siguen el valor del dólar, que se ha disparado de manera incontrolable. Al mismo tiempo, el costo de los yacimientos no convencionales de Vaca Muerta ha disminuido. Variaba según las empresas entre 3 y 4 dólares el MMBTU. El costo bajó por la devaluación. Sin embargo, a los usuarios les siguen cobrando alrededor de 5 dólares el valor del gas que consumen, cuando el promedio de aquellos valores es actualmente sustancialmente menor. La diferencia se la llevan las petroleras-gasíferas.
Más aún: la diferencia entre esos valores que pagan los usuarios y el de los 7,5 dólares en el caso del gas no convencional lo paga el Estado a las petroleras, subsidiándolas sin ninguna justificación con el dinero de todos.
Como consecuencia de esos valores, el precio del gas que paga la generación eléctrica se ve incrementado también por medidas discrecionales y artificiales que lo encarecen sin fundamento con el fin de asegurar la renta de las petroleras, trasladando también a las tarifas eléctricas un sobrecosto injustificado.
Esta ganancia adicional que se le otorga a la industria petrolera-gasífera no encuentra sustento: éste es un sector de alto riesgo pero también de altísima renta. En el caso del gas importado es razonable que parte de ese costo lo paguen los usuarios. Pero en el caso de los ricos yacimientos de Vaca Muerta, ¿por qué los usuarios tienen que hacerse cargo de la inversión de riesgo con sus tarifas? ¿Cuál es el motivo de asumir esos costos impagables que, además, arruinan la industria nacional, cuando las empresas petrolero-gasíferas extraerán en su momento una renta impresionante de sus yacimientos, que desde ya no trasladarán a los usuarios? ¿Desde cuándo los usuarios, la población en general, deben hacerse cargo del riesgo empresarial? ¿Es éste el sistema capitalista que queremos?
El riesgo de las empresas no convencionales de Vaca Muerta debe ser asumido por las mismas firmas. El usuario solamente debe pagar por el gas el precio del gas tradicional, convencional, más una proporción del importado. Al día de hoy es difícil de medir cuánto. Pero seguramente el valor será mucho menor a los 3 dólares en total. Y debería disminuir en proporción al incremento en la cotización de esa moneda. La diferencia que pagamos es la gran estafa del gas.
No vaya a ocurrir aquí como en el complejo agropecuario. Supuestamente puede alimentar a 400 millones de habitantes pero hay argentinos que pasan hambre o el alimento está cada vez más lejos de su alcance. Y entonces, si la fantasía de producción descomunal de gas para el mundo se concreta, no vaya a ser que la tarifa para los argentinos sea impagable. Porque hoy es impagable para muchos.
Por eso el gas debe bajar. El Gobierno debe pesificar su valor. Si no, llegará un momento en que los usuarios lo dejarán de pagar.
* Director del Observatorio de Tarifas de la Universidad Metropolitana para
la Educación y el Trabajo. (OTA de la UMET)
03 de septiembre de 2018 - Opinión
La gran estafa del gas
Por Marcos Rebasa*
El tarifazo en los servicios públicos tiene luces y sombras, según qué servicio afecte, pero hay uno que no tiene remedio: es el del gas, un gran despojo a los usuarios residenciales, a las pymes, a las organizaciones de la sociedad, a las industrias y también al Estado nacional.
El despojo comenzó cuando el tándem Aranguren-Macri estableció un plan gas por el cual le fija a toda la producción de gas natural nacional un precio de entre 5 y 7,5 dólares por MMBTU (millón de BTU). La variación depende de si se trata de yacimientos tradicionales o convencionales y de su complejidad técnica. Junto a ello el dúo fijó un sendero de precios de traslado de esos valores a los usuarios, dolarizando así el sistema tarifario energético. Eso encareció el costo del gas para los usuarios de todo tipo.
El Gobierno justificó esa medida con el argumento que el gas estaba subsidiado. Una falsedad. ¿Por qué la afirmación sobre la falsedad? Porque el costo de producción del gas convencional, nunca aclarado por el Gobierno, no superaba 1,80 dólares a comienzos de la gestión de Macri y Aranguren. Y la mayor parte de la producción de gas natural en el país (un 80 por ciento) tenía como máximo ese costo. El importado, más caro, modificaba apenas el costo promedio: una diferencia de poco menos de 3 dólares.
Los usuarios pagaban en diciembre de 2015 el costo real del gas que consumían. No había subsidios. En la factura de ese momento el producto gas significaba el 70 por ciento del total. El resto era transporte y distribución. Con algún subsidio en estas franjas. Pero se pagaba por el gas lo que valía realmente. No menos costo.
Con el pretexto del subsidio, Aranguren y Macri incrementaron las tarifas para poder retribuir a las empresas petroleras-gasíferas al precio de entre 5 y 7,5 dólares el MMBTU por todo el gas producido.
Con el paso del tiempo el gas no convencional de Vaca Muerta, el shale-gas, inició una producción ascendente, que ya venía ocurriendo. Se incrementó hasta llegar al presente a cerca de un 10 por ciento del total del país. Al mismo tiempo el tight gas, un gas no convencional de menor complejidad técnica y costo, representa hoy casi un 20 por ciento del total. Ese 30 por ciento es remunerado a 7,5 dólares el MMBTU, como si el tight-gas fuera lo mismo que el shale-gas, lo que no es cierto.
Mientras tanto el 70 por ciento restante de gas convencional es producido por los yacimientos tradicionales a un costo menor a 1 dólar el MMBTU al día de hoy. ¿Por qué? Porque los costos en pesos de esa producción tradicional no siguen el valor del dólar, que se ha disparado de manera incontrolable. Al mismo tiempo, el costo de los yacimientos no convencionales de Vaca Muerta ha disminuido. Variaba según las empresas entre 3 y 4 dólares el MMBTU. El costo bajó por la devaluación. Sin embargo, a los usuarios les siguen cobrando alrededor de 5 dólares el valor del gas que consumen, cuando el promedio de aquellos valores es actualmente sustancialmente menor. La diferencia se la llevan las petroleras-gasíferas.
Más aún: la diferencia entre esos valores que pagan los usuarios y el de los 7,5 dólares en el caso del gas no convencional lo paga el Estado a las petroleras, subsidiándolas sin ninguna justificación con el dinero de todos.
Como consecuencia de esos valores, el precio del gas que paga la generación eléctrica se ve incrementado también por medidas discrecionales y artificiales que lo encarecen sin fundamento con el fin de asegurar la renta de las petroleras, trasladando también a las tarifas eléctricas un sobrecosto injustificado.
Esta ganancia adicional que se le otorga a la industria petrolera-gasífera no encuentra sustento: éste es un sector de alto riesgo pero también de altísima renta. En el caso del gas importado es razonable que parte de ese costo lo paguen los usuarios. Pero en el caso de los ricos yacimientos de Vaca Muerta, ¿por qué los usuarios tienen que hacerse cargo de la inversión de riesgo con sus tarifas? ¿Cuál es el motivo de asumir esos costos impagables que, además, arruinan la industria nacional, cuando las empresas petrolero-gasíferas extraerán en su momento una renta impresionante de sus yacimientos, que desde ya no trasladarán a los usuarios? ¿Desde cuándo los usuarios, la población en general, deben hacerse cargo del riesgo empresarial? ¿Es éste el sistema capitalista que queremos?
El riesgo de las empresas no convencionales de Vaca Muerta debe ser asumido por las mismas firmas. El usuario solamente debe pagar por el gas el precio del gas tradicional, convencional, más una proporción del importado. Al día de hoy es difícil de medir cuánto. Pero seguramente el valor será mucho menor a los 3 dólares en total. Y debería disminuir en proporción al incremento en la cotización de esa moneda. La diferencia que pagamos es la gran estafa del gas.
No vaya a ocurrir aquí como en el complejo agropecuario. Supuestamente puede alimentar a 400 millones de habitantes pero hay argentinos que pasan hambre o el alimento está cada vez más lejos de su alcance. Y entonces, si la fantasía de producción descomunal de gas para el mundo se concreta, no vaya a ser que la tarifa para los argentinos sea impagable. Porque hoy es impagable para muchos.
Por eso el gas debe bajar. El Gobierno debe pesificar su valor. Si no, llegará un momento en que los usuarios lo dejarán de pagar.
* Director del Observatorio de Tarifas de la Universidad Metropolitana para
la Educación y el Trabajo. (OTA de la UMET)
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